El dolor crónico es una epidemia que afecta al 20% de la población adulta, causando un gran impacto que deteriora la calidad de vida de las personas, produciendo incapacidad física y malestar emocional. Por lo tanto, para comprender el dolor crónico se debe entender desde una perspectiva global, en la que los factores psicológicos y sociales desempeñan un factor muy relevante que fomentan la persistencia del dolor.
El dolor tiene una naturaleza protectora cuando se trata de dolor agudo, es un sistema de alarma que nos avisa de un daño real o potencialmente nocivo en el tejido, aunque no se haya llegado a producir. En el caso del dolor crónico el problema no está tanto en el tejido sino en el sistema nervioso, habiéndose producido una sensibilización de este sistema de alarma y perdiendo su naturaleza protectora. De este modo se incrementa la percepción de dolor en situaciones que normalmente no deberían de producir dolor.
La buena noticia es que esta alarma se puede volver a configurar, tratando el problema de manera holística. Los aspectos psicológicos que pueden perpetuar el dolor son tales como el catastrofismo, el miedo al dolor y al movimiento, las creencias sobre el dolor o el estrés entre otros.
La evidencia científica propone un tratamiento basado en la persona y no en la estructura, en el que se aborden las creencias y los miedos de la persona desde una perspectiva educativa, y seaumenten las capacidades físicas de forma gradual y segura. Para ello la educación en dolor y el ejercicio terapéutico son dos herramientas potencialmente beneficiosas para tratar este tipo de dolor, y es el fisioterapeuta especializado en neurociencia y ejercicio terapéutico el profesional sanitario capacitado para ayudar en este tipo de cuadros persistentes.